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Es uno de los hitos del municipio. Su mantenimiento y refacción corría a cargo del concejo de Páramo del Sil. Sus bóvedas, reparadas en varias ocasiones han resistido las grandes avenidas y crecidas del Sil y, sobre todo, de los hombres.

Se trata de un puente de origen medieval, cuya construcción la inician Pelayo Díaz y Pedro Lulla en el año 1145 con autorización del obispo de Astorga, don Bernardo, por realizarse sobre terrenos que eran propiedad de la catedral asturicense. Este puente subsistió hasta finales del siglo XVIII sin apenas cambios importantes conservando la estructura medieval formada por tres bóvedas, la del centro de mayor luz.

A finales de la misma centuria, el puente ya amenaza ruina por las consecuencias de la gran avenida del río Sil del año 1783 que destruyó la mayor parte de los puentes que se encontraban a su paso. El 11 de mayo de 1783 se dice que una semana antes se dio un poder a Pedro de la Mata para reconstruirlo.

No sería ésta la ultima vez que hubo necesidad de reparar su fábrica, pues en la centuria siguiente, se solicita autorización al gobernador para destinar de los presupuestos la cantidad necesaria para reparar el puente situado sobre el Sil y también el de la Vega de Campo, por subasta pública. La subasta y remate se celebrará en la sesión del 16 de abril de 1865 comprometiéndose los pueblos del concejo a arrancar la piedra y a transportar los materiales.

A comienzos del siglo XX, el puente sufre nuevos desperfectos. El 4 de setiembre de 1910 se halla en ruinas producidas por las inundaciones del día 23 de diciembre de 1909, y por lo tanto se manda que se repare, y como no hay dinero en las arcas municipales, se reúnen todos los pueblos y deciden arreglarlo como la última vez. Será en este siglo cuando se ciegue uno de sus bóvedas laterales.

Así llegará hasta el año 1938, cuando sufre uno de los peores atentados. Pero en esta ocasión no fueron las culpables las bravas aguas del Sil, sino la desidia de la administración y el "progreso”. Antonio García Nieto, de Ponferrada, apoderado del empresario minero Tomás Fernández solicita autorización al ayuntamiento para derribar las barandas del puente romano y construir otras nuevas de cemento armado más estrechas que las existentes a fin de que las carrocetas puedan dar pasar a su empresa minera. La Corporación acordó conceder la licencia con las condiciones siguientes: Se usaría el cemento armado, con barillaje de hierro de 20 centímetros de espesor con un metro de alto; en el caso de hacerlo mal, la empresa se obligaba a volver a hacerlo; y la demolición del pretil antiguo y la construcción del nuevo correrían por cuanta del empresario minero.

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Fuente: Páramo del Sil. Historia, Arte y Sociedad de un Municipio.